Casi nos tenemos que remontar a Isaac Asimov para rememorar las primeras pinceladas de algo que nos parecía lejano y casi de ciencia ficción, la Inteligencia Artificial.
Pero hoy en día se está hablando mucho de esto, las Universidades aplican nuevas asignaturas al respecto y redes como Linkedin están repletas de artículos relacionados. La Inteligencia Artificial vive un boom informativo.
Pero qué es realmente. Una definición clara es la que proporciona el Parlamento Europeo: “La inteligencia artificial es la habilidad de una máquina de presentar las mismas capacidades que los seres humanos, como el razonamiento, el aprendizaje, la creatividad y la capacidad de planear”.
Dicho así da un poco de miedo, pero realmente es algo que usamos a diario en buscadores, para saber el tiempo, con robots que se utilizan en fábricas, compras en línea… en incluso en electrodomésticos inteligentes.
INTELIGENCIA: Una de las primeras claves no es definir “artificial” si no “inteligencia”. Porque por mucho que las máquinas puedan realizar acciones inimaginables, más lejos estamos de saber cómo funciona nuestro cerebro y hacer por tanto sistemas inteligentes parecidos. Es decir, que las inteligencias artificiales, por el momento, no piensan ni aprenden.
LENGUAJE: El lenguaje también es diferente; no son capaces de imaginar conceptos como el ser humano, si no que aprenden a base de repetición de textos en el que aparecen esos conceptos. Como explica Álvaro Barbero, Chief Data Scientist en el Instituto de Ingeniería del Conocimiento, “el lenguaje que usan se basa en el fondo en las matemáticas, y no es tanto un lenguaje basado en conceptos, que es como funcionamos nosotros”.
DÍA A DÍA: Como ya hemos adelantado, situaciones ya tan cotidianas como buscar en Google, hacer compras online, los asistentes personales digitales en nuestro móvil o portátil, traducciones en webs, agricultura inteligente… son usos de Inteligencia Artificial que se vienen realizando desde hace ya un tiempo. Se puede decir la IA que está por todas partes.
EDUCACIÓN: Por esta misma razón, y porque nos afecta tanto a nosotros como a las generaciones futuras (y ya sabemos que los más pequeños cada vez se conectan antes) es importante conocer y educar. Pedir confianza ciega en los algoritmos es el mejor camino para la desinformación. El mayor riesgo es la falta de confianza sobre cómo toman sus decisiones las máquinas. Pero aquí hay que tener claro que no son las máquinas quienes toman decisiones, si no los responsables que hay detrás.
Cristina G. Montero
*Fuentes: Parlamento Europeo, Instituto de Ingeniería del Conocimiento, BBVA.